Juanma escribe

Pringoso aún, con el poco azúcar que quedaba pegado, el palito que había sostenido la gran nube de algodón que él había comprado seguía en su bolso. Qué locura de tarde en la feria: entre vueltas, acelerones y vaivenes intentaban recomponer esa crisis de pareja que, aunque se venía fraguando desde hacía tiempo, estalló la semana pasada. Y así, entre mordisco y giro, se acercaban; al siguiente mordisco, volvían a alejarse. Mientras los acercamientos, los giros y los nuevos distanciamientos se repetían, el algodón se iba acabando. Al revés que en Tolstói, sus reconciliaciones no eran iguales y sus distancias siempre lo eran de la misma manera. El algodón se consumía como la tarde, como el tiempo que se habían dado. Miró el palo: estuvo a punto de tirarlo, pero lo guardó. No sabía si era el final de algo que moría o el principio de algo nuevo.

#relatos

Consigna: Escribir un relato que empieza por: “Me encontré a Julia en el armario de Jaime”.

Preámbulo (cómo llegué al texto)
La primera idea que me vino a la cabeza fue un relato de enredo, quizá porque, en la época en que uno era más permeable a la música, no dejaba de sonar machaconamente aquel estribillo de Raffaella Carrà: “...una mujer en el armario, ¡qué dolor!, ¡qué dolor!”. Pero las canciones de Carrà nunca me gustaron. Y, he de admitirlo, le tenía cierta manía —sin saber por qué—, una de esas antipatías inexplicables que uno arrastra sin llegarse a cuestionar.
La siguiente asociación fue más fantasmal: pensé en el armario de Las crónicas de Narnia. Y, desde allí, como arrastrado por una corriente subterránea, llegué a Lovecraft y sus umbrales enigmáticos, llenos de presencias oscuras y terrores ancestrales.
De ese flujo de imágenes surgió este relato.


Relato

Me encontré con Julia en el armario de Jaime. Su tez, que yo recordaba bronceada, estaba pálida, sus ojos vivaces estaban fijos, mirando un punto mas allá de la puerta del armario, ahora abierta y más allá de la habitación donde me encontraba, ¿Por qué abrí la puerta del armario?. Era el armario de Jaime, era la habitación de Jaime, era la casa de Jaime. Esa casa donde hace apenas unas horas habíamos cenado los dos, esa habitación donde hacía menos de media hora yo estaba intentando dormir. Sí, recuerdo todo eso, pero ¿por qué abrí el armario?. Recuerdo la suave música, pero recuerdo mejor lo que pasó antes, desde que me presenté en casa de Jaime con una pizza en una mano y un pack de latas de cerveza en la otra. Sé que fue un atrevimiento, quizá debería haber respetado su luto, pero soy así, comportándome como una cría impaciente cuando quiere conseguir algo. Quería a Jaime, lo quería ya y ahora. No había hecho más que sentarme en la mesa de la pequeña cocina cuando me di cuenta de mi error, pero yo, egoístamente seguía ahí. Ademas de impaciente acostumbro a ser tremendamente egoísta. Ni respeté que aún hubiera fotos de Jaime y Julia en las paredes, junto a figuras de su gusto. Hablé, dije lo que no debía, lo que Jaime estoicamente escuchaba, lo que no deseaba oír, y bebí. Cuanto más veía el rostro de Jaime pasar de indiferencia a dolor contenido, más bebía. Sólo recuerdo cuando me dijo: “ya has bebido suficiente, no estás en condiciones de ir a tu casa” y me llevó a su habitación. Me dejó en cama con suavidad y ya desde la puerta antes de apagar la luz me dijo “Mañana veras todo distinto, si necesitas algo estoy durmiendo en el salón”. Imbécil de mí, incluso llegue a pensar cuando me llevaba a la habitación, que sería nuestra noche. En la oscuridad, mientras la habitación me daba vueltas, no sabía si reírme u odiarme a mi misma por esa ocurrencia. La habitación dejó de dar vueltas y a cambio una melodía, extraña melodía, empezó a llenar el espacio a mi alrededor, al cabo de un rato pude empezar a notar que esa música procedía del armario. Me levanté y según me acercaba al armario podía distinguirla mejor. Acerqué la mano al tirador de la puerta, la retiré. Era su armario, con sus cosas. Pero también fue el armario de Julia, y puede que dentro también hubiera cosas suyas. “¡Basta!, ya has hecho bastante el ridículo esta noche como para acabarla haciendo otra tontería” La hice, hice otra tontería y abrí la puerta del armario. No, no había ropas ni efectos personales de Jaime, ni de Julia, pero allí estaba Julia. Ni ropa, ni cualquier otro objeto, por haber no había ni fondo, solo un vacío negro. Pero un negro cambiante. Cambiaba de color negro a color negro, pero negros distintos. Cambiaba siguiendo la pauta de la música. Me di cuenta de que la música solo tenía una nota, ejecutada de diferentes formas . Sonido y oscuridad se sincronizaban en una melodía envolvente, y una brisa tenue la seguía en intensidad siguiendo la misma melodía mientras en el centro de mi campo visual Julia empezó a alejarse en el vacío negro que cambia de tono. ¿Se alejaba o simplemente se hacía mas pequeña?. Me invitaba a entrar en el armario a seguirla y mientras entraba en el armario y me sumergía en esa oscuridad supe que al morir Julia ese amor se había detenido en el tiempo e impulsado a la eternidad.

Un buen título no nombra: hace trabajo. Abre atmósfera, promete conflicto o instala una imagen que sigue resonando después del texto.

Lo que hace un buen título

  • Focaliza: señala el ángulo, no el tema genérico.
  • Activa: da una pista de movimiento (“persiana que cede”, “llave que tiembla”).
  • Densifica: condensa una relación oculta (objeto ↔ emoción, lugar ↔ gesto).
  • Respira: deja hueco al lector (evita explicar la trama).

6 estrategias rápidas

  1. Objeto + cualidad inesperada
    “La llave en el congelador” → objeto cotidiano, contexto raro.
  2. Lugar + tiempo preciso
    “Andén 6 a las 19:03” → foco y tensión.
  3. Acción mínima
    “Alguien apaga la ventana” → verbo que desplaza el sentido.
  4. Contradicción contenida
    “Manual de despedidas breves” → ironía suave que abre tono.
  5. Metonimia (parte por el todo)
    “La bisagra del café” → detalle que representa una escena.
  6. Sintagma sonoro (ritmo/aliteración)
    “Persiana, polvo, paciencia” → cadencia que engancha.

Cómo probar un título (test de 90 segundos)

  1. Quita cualquier palabra que podría estar en un informe (generalidades).
  2. Cambia sustantivo genérico por detalle exacto.
  3. Sustituye adjetivo débil por verbo preciso (si cabe).
  4. Lee en voz alta: ¿tiene ritmo? ¿se pega?
  5. Cierra los ojos: ¿qué imagen deja? Si no ves nada, vuelve al paso 2.

Errores comunes

  • Explicarlo todo (“El día que entendí a mi padre”). Mejor sugerir: “El abrigo de agosto”.
  • Tópico literal (“Amor y pérdida”). Busca el objeto de ese amor/pérdida.
  • Exceso de ingenio: si el juego ahoga el cuento, el título manda demasiado.

Micro–ejercicios (3 minutos)

  • Reescribe el título de tu último texto con objeto + cualidad.
  • Haz una lista de 10 sin juzgar; elige el que mejor respire con el tono.
  • Pon el título antes de escribir y después: compara qué lectura propone cada uno.

Checklist final (para mí) – ¿Abre una puerta de lectura clara?
– ¿Deja aire a la interpretación?
– ¿Tiene música propia? (ritmo, acento)
– ¿Podría funcionar como última frase? (si sí, suele ser buen signo)

Si te sirvió, compártelo o deja en comentarios un ejemplo de título que trabaje (tuyo o ajeno) y por qué.

➡️ Ver todas las notas de proceso

#procesos

A veces escribir es quitar. Comparto mi método de “poda” para que el texto respire sin perder temperatura.

1) Tajar adverbios y muletillas Empiezar por lo visible: “muy”, “realmente”, “bastante”, “de alguna manera”. Si al retirarlos la frase sigue diciendo lo mismo, se quedan fuera. Si pierde precisión, podemos intentar cambiarel adverbio por un verbo más fuerte.

2) Sustituir verbos flojos “Ser/estar/haber/hacer” suelen esconder la acción. Buscar una alternativa concreta:

  • “Había ruido” → “Retumbó el andén”.
  • “Estaba cansado” → “Se derrumbó en el banco”. ¡Cuidado! Se puede caer en un dramatismo exagerado.

3) Afinar sustantivos y detalles Un detalle exacto vale por tres generales. “Un pájaro” no es lo mismo que “una urraca con la bisagra del pico abierta”. Quitar adjetivos redundantes cuando el sustantivo ya los contiene (una “una urraca negra con....”).

4) Ritmo y aire de página Leer en voz alta. Si te quedas sin aire, intentar cortar. Si la cadencia pide un golpe, partir la frase. Revisar signos: a veces una coma resuelve lo que se intenta explicar con varias palabras.

Al final comparar el párrafo original con el podado: si el nuevo late más, he acertado.

Pequeña prueba Toma un párrafo y aplícale los cuatro pasos. ¿Qué imagen queda en la cabeza? Si es más nítida, la poda funcionó.

— Si te sirve, compártelo o cuéntame qué paso te cambia más el texto. Más relatos y proceso: @juanmaescribe. (X y BlueSky) Volver a Empezar aquí/empezar-aqui

#procesos